Unos lugares públicos donde el agua de un manantial próximo corría y daba vida a una sucesión de pilas y tablas corrugadas de piedra, en ocasiones de madera, donde se restregaba la ropa con jabón hecho en casa.
Estos lavaderos públicos se convirtierón en un lugar social, un gran avance para la mujer del siglo XIX. Las mujeres tenían que lavar de rodillas a la orilla del río o de las acequias. Al construirse los lavaderos pasaron a poder lavar de pie y bajo techo, fuerón utilizados hasta que llegó el agua corriente a las casas.
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